Historia de la cámara hiperbárica

A mediados del siglo XVII, Henshaw, filósofo británico, utiliza el aire comprimido para el tratamiento de diversas enfermedades. En 1775 Priestley descubre el oxígeno, pero 170 años antes, un alquimista Polaco ya lo denomina “el Elixir de la vida”. Siguieron investigaciones y en 1878 Paul Bert y Scout Haldane, utilizaron con éxito la Cámara Hiperbárica en la enfermedad Descompresiva.

En 1959, Ite Boerema (Holanda) publica: “Vida sin sangre” en donde se inicia el estudio científico del uso de oxígeno hiperbárico. Boerema realizaba cirugías en una cámara hiperbárica-quirófano construida por el mismo y descubrió que mejoraban los resultados finales de los pacientes.

Boerema junto con otros médicos, demostró la posibilidad de uso de esta tecnología en diferentes enfermedades originadas por: hipoxia (injertos, colgajos dañados), infecciones (principalmente por anaerobios), lesiones difíciles de cicatrizar (tejido radiado), padecimientos con disminución aguda del volumen corpuscular y cuando se requiere transfusión sanguínea inmediata.

Específicamente demostró cómo los cerdos de Guinea, luego de ser desangrados,  lograban sobrevivir en un ambiente hiperbárico. A pesar de que ya no tenían ese líquido en teoría vital para llevar a cabo el transporte del oxígeno. Con eso demostró, más allá de cualquier duda, que la oxigenación hiperbárica incrementa la concentración de oxígeno sanguíneo. El aumento de oxígeno se transportaba en forma diluida en el plasma, ya no era transportado por los eritrocitos. No hubo datos de hipoxia tisular, entonces el oxígeno era aprovechado por los tejidos al ser transportado de esa manera.